Ninguno. Como ofertamos directamente nuestro precio de compra no tenemos necesidad de crear tarifas artificialmente altas para luego hacer creer al consumidor que goza de un importante descuento.

Son frecuentes las denuncias de las asociaciones de consumidores sobre suculentos descuentos (del 20% o incluso superiores) que se ofertan a los consumidores y que finalmente resultan ser recargos sobre los precios ordinarios de mercado. El truco consiste, sencillamente, en fijar la tarifa base sobre la que se efectúa el descuento muy por encima –mucho más que el importe del descuento– del precio ordinario. Cuando el descuento desaparece el consumidor descubre que está pagando mucho más de lo normal y se siente engañado.

Es claro que con un margen bruto del 3% no es posible ofertar descuentos reales del 15 o del 20%, salvo que se pretenda compensar la pérdida con una ganancia futura, vía compromiso de permanencia o similar.